
La Dra. del Centro, Elena Serrano, nos cuenta su experiencia en Respaldiza
Este año llegó mi cita anual con Respaldiza casi de improviso, como llegan las cosas importantes en la vida y me llegaba asi, porque yo me sentía algo aturdida tras un encontronazo con mi salud por culpa del estrés y rematado por un resbalón que acabó en escayola y que en conjunto consiguieron hacerme pensar en el otro lado del fonendo , en la fragilidad de la vida y en los nuevos propósitos, todos maravillosos, claro….casi como si en vez de una escapada de verano esta vez fuera una entrada de Año Nuevo, vida nueva. Sé que vosotros me comprendéis….
Así que, con mis habituales compañeros de viaje: mi paciente esposo , mi cada vez menos pequeña sobrina y mis sentimientos
(que este año viajaban más a la vista que en otras ocasiones, pues no iban en el maletero como cuando tienes tanto que hacer y siempre miras hacia fuera), y sin más, puse rumbo a ese maravilloso caserón blasonado que todos los meses de Julio se despereza de su sueño de gloria y piedra, cuando la amistad llega dentro de los corazones de los chicos del Marítimo y de sus entregadas cuidadoras, que rozándolo con sus varitas mágicas le dan la vida que debió disfrutar hace mucho tiempo.
Y allí estaba, como siempre, sólido y orgulloso, erguido tras su camino de plátanos que invitan a acercarse despacio, admirándolo, aunque esta vez, más que nunca, sentí que era el lugar que estaba buscando, porque comprendí que una vez más, había llegado a casa… pero no hubo tiempo a disfrutar el momento porque el cariño desbordante de mis anfitriones me arrolló incluso antes de poner el pie en la hierba, con la algarabía de los recibimiento que se hacen a los buenos amigos.
Ya habíamos llegado. Estábamos en casa.
Y en un segundo, en volandas, ya estábamos instalados en el mejor alojamiento posible; gracias, como siempre, a la generosidad de sus inquilinos de la noche anterior y de repente, mil besos, abrazos, saludos, aventuras, rasguños y tiritas, bolsos, relojes y transistores del mercadillo del día anterior nos fueron cayendo a la vez y desde todas partes, como sólo sabéis que así ocurre los que estáis tocados por el Espíritu del Marítimo… (Si esto fuera un mensaje de móvil, sería el lugar idóneo para colocar el emoticono del guiño).
Pero eso sólo fue la llegada, luego, como en un sueño, se apelotonaron en clave de sentimiento desayunos de buffet, comidas preparadas con cariño y exquisitamente servidas por camareras/os de excepción, divertidísimos y muy «currados» karaokes, confidencias a media noche entre golosinas y picotas, reencuentros con viejos amigos…y nuevos, que este año nos esperaba el milagro de Julia, el bebé de los guardeses, paseos al Toboso (bar cómplice de cigarrillos furtivos , cafés y partidas de billar), música a » todo trapo», risas, bromas, cánticos del Coro en la Misa del pueblo el domingo con todos engalanados para la ocasión, caricias a los tres burritos que completan el paisaje y tranquilas siestas acariciando al nuevo gatito rubio que ronronea como un resorte en cuanto lo rozas, espontaneidad, saber que perteneces a algo, hospitalidad, confianza, generosidad, paz, amistad, la calma de la hora de la siesta cuando hace calor y estás de vacaciones (aunque este año no nos acompañara el tiempo y la piscina se librara de nuestros juegos y flotadores), los colegas de siempre, los iguales diferentes, los amigos que están, los que faltan, el cariño, los sentimientos al desnudo, como sólo se pueden oir en el idioma que se habla en el Marítimo….
Eso es lo que se vive, eso es lo que yo siento, al volver a Respaldiza.
Elena Serrano